
Entre pitos y flautas el pequeño descanso que me había regalado para reposar la mente y la novela mientras mis amigos lectores se dedicaban a leerla, se han convertido en tres meses. No pasa nada. El proceso de la escritura exige paciencia y sobre todo aceptar que los tiempos no siempre se pueden cumplir.
Ahora me encuentro en un momento especialmente gratificante. Con la historia terminada, mis amigos me comentan que eso o aquello suena un poco mal, que ese capítulo les ha rechiflado, que tal personaje les resulta insoportable y ese otro encantador, hacen cientos de preguntas y se aventuran a lanzar conclusiones.
Me encanta escucharlos, saciarme de la información que me proporcionan y hacerme un esquema mental de cómo han recibido la historia. Aunque lo que realmente me fascina es comprobar que cada lector hace su propia lectura de un mismo texto y que en mi novela, como en todas, caben tantas interpretaciones como lectores recorran sus páginas.