
He entrado en fase de feedback. No puede ser más interesante. Mis amigos me llaman día a día para comentarme que han terminado “LA VOZ DE LOS RETRATOS”. Unos expresan con vehemencia lo bien que lo pasaron, cuanto les entusiasmó, lo rápido que volaban las páginas y aluden a capítulos y escenas por los que se sintieron especialmente atraídos. Otros, más comedidos, explican que la lectura resultó sencilla y que está muy bien escrita, pero en su tono noto menos conmoción. Algunos cuentan que les ha hecho llorar. Todos coinciden en que está estupendamente ambientada y que la ven plasmada en una pantalla.
Los escucho y los imagino intentando ahondar más allá de mi escritura, preguntándose de dónde he sacado la idea de ese personaje, qué es lo que me ha movido a explicar esta historia o qué aspecto de mi vida que ellos conocen podrían enlazar con la novela. Y es que todos me avasallan con preguntas ¿Por qué he elegido el Ampurdán como entorno? ¿Cómo he sido capaz de seguir el hilo de tantas páginas sin perderme? ¿Por qué la he terminado de ese modo? Me gusta responderles; me encanta mostrarles más allá de sus percepciones.
Lo más sorprendente son las interpretaciones; variopintas, diferentes, incluso opuestas. Muchas de ellas jamás fueron planeadas en mi imaginación, pero tienen un sentido perfecto y redondo si sigo el hilo de sus elucubraciones. Por no hablar de las críticas que tan encarecidamente les he pedido. Unos consideran que tiene exceso de descripciones; otros que me he quedado corta. Algunos son defensores de Gonzalo y otros le detestan. Me gusta despertar opiniones diferentes; es una muestra de que una novela puede tener tantas interpretaciones como lectores existan. Y que, por supuesto, es imposible gustar a todos.
Gracias, amigos, escucharos me está sirviendo lo indecible como aprendizaje.