
Llevo un par de semanas inmersa en las revisiones. Al principio fue como entrar en un recinto caótico, pero con aroma de nuevo donde los personajes dormitaban por los rincones. Me costó un poco azuzarlos para ponerlos en orden. Bostezos, miradas displicentes y una especie de desgana para ponerse en acción. «¿Y esta qué quiere hacer ahora con nosotros?», parecían decirse entre ellos.
Probablemente la que estaba perezosa era yo. Demasiado tiempo de distancia nos había convertido en desconocidos. Por fortuna, la desconexión entre nosotros duró poco y ahora estamos trabajando codo a codo.
Avanzamos bien, muy bien. Ya no hay nuevas ideas ni demasiados cambios, solo desprenderme de lo superfluo y revisar, revisar, revisar. En cada nuevo escrutinio me desprendo de algo. Por un lado me da lástima, pero por otro siento el goce de la exactitud. Atisbo el fin del proceso muy cerca.