
Ya he dado con el título, no ha sido tarea sencilla; son tantos los matices que uno quiere reflejar en tan pocas palabras que, hasta que no te rindes a la evidencia de que resulta imposible involucrarlo todo, das vueltas y vueltas en un vacío que se va dispersando.
Es preciso poner los pies en tierra, aceptar la limitación y abrazar una idea que, por su amplitud, nos acerque a la trama. Solo cuando he aceptado esta verdad, han brotado con facilidad las tres palabras que conforman lo que va a ser el epígrafe mi próxima novela.
Estoy contenta. Creo que es sugerente, liviano, versátil y leal. Por lo menos es lo que me parece en este momento. Ya puedo borrar el odioso, NOVELA, que encabezaba mi manuscrito para sustituirlo por un encabezado que tiene algo de lema.